Frases del escritor

Filosofía clásica y existencial en torno a la literatura... Un camino para encontrarnos.
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miércoles, 9 de diciembre de 2020

Poema: Enigma

 








¿Cuál es esta fuerza invisible

que a veces me acompaña

y otras veces me abandona?

Fuerza titánica que devora acantilados

y toca la lira del Olimpo.

Fuerza de versos y Campos Elíseos.

Fuerza de espuma serena

que derrota a la gárgola de la aflicción

y me embriaga con el licor de la calma.

Fuerza primigenia que impulsó

mi vida y encauzó mi espíritu.

¿Cuál es esta fuerza

que desde adentro me guía

y me incita a seguir?

 

Espero que no me abandone

cuando los sicarios del dolor

sirvan su banquete de inclemente pólvora,

y me ayude a coser mis heridas

con los hilos de la aceptación y la esperanza,

y así avanzar hacia nuevas alboradas

…donde siempre la estaré esperando


Por: Ernesto Marrero

domingo, 22 de noviembre de 2020

Posmodernidad, absurdo y responsabilidad




Quisiera comenzar diciendo que el diccionario de la Real Academia Española define el absurdo como: algo contrario y opuesto a la razón, que no tiene sentido. También nos dice que  es un dicho o hecho irracional, arbitrario o disparatado. Basado en dichas acepciones quisiera decir que esta era de la posmodernidad nos ha llevado a vivir en el absurdo, en una superficialidad, a perder el rumbo como seres humanos que ocupamos la cima de la evolución de las especies que habitan este planeta llamado Tierra.

No cabe duda que la llamada posmodernidad, o como la llamaría Lipovetsky: la época de la hipermodernidad, nos ha conducido a un callejón sin salida, a una escalera sin peldaños. Estamos viviendo una crisis de valores morales y un hondo vacío que parece no tener salida. Entiendo que con esta corriente hayan muerto los grandes relatos[1], como decía Lyotard, esos elefantes blancos que prometían panaceas cuando en realidad eran utopías. También parece importante que se permita el respeto a las minorías, a los diferentes géneros, y que haya surgido el multiculturalismo como un camino hacia la igualdad, pero no podemos llegar a caer en la frivolidad o en la insensatez y hundirnos en una crónica indiferencia que nos mantenga adormecidos.

John Cage, el compositor estadounidense, creó una sonata en tres tiempos llamada 4’33’’ (cuatro minutos, treinta y tres segundos), la cual es un caso digno de análisis. Para ejecutarla el pianista se sienta frente a un piano que posee un reloj, levanta su mano como si fuera a tocarlo pero se queda inmóvil y, por este tiempo, guarda silencio, luego se para, agradece al público y se retira. ¿Esto es arte?, pues en esta época posmoderna, sí. ¿Qué diría Vivaldi, Schubert o Bach al respecto?, pues sería interesante imaginarlo. La obra de Félix Gonzales Torres llamada La perfección del amor, son dos relojes colgados en la pared que comienzan a la misma hora, luego, con el transcurrir del tiempo, se desincronizan y cada uno marca su propia hora, lo que para el autor simboliza el comportamiento del amor en las parejas. La obra Jaula con aves, de León Ferrari, consiste en una jaula con aves en su interior que defecan sobre unas imágenes del juicio final. Pero nada es tan abyecto como el performance, o body art, llamado Indiferencia, que realiza el artista colombiano Fernando Pertuz, quien defeca ante el público, en una galería de arte, y luego procede a untar las heces en un pan y se lo come con solemnidad. Recientemente un adolescente que visitaba, junto a unos amigos, el Museo de Arte Moderno de San Francisco (EEUU) tuvo la ingeniosa idea de dejar unos lentes tirados en el suelo para ver cuál sería la reacción de los asistentes, en efecto, al cabo de un rato, estaba rodeado de personas contemplando la profundidad de esta obra vanguardista, mientras que otros la fotografiaban con entusiasmo.

Bueno, en razón de lo expuesto, resulta de interés la idea del arte conceptual, y me parece loable el poder romper con viejos y rigurosos patrones que coartaban parte de nuestra expresión y alcanzar el libre despliegue de la personalidad íntima, pero tampoco se puede rayar en el sinsentido absurdo, en lo ascoso, en la frivolidad o simplemente en el espectáculo. La cultura que vivimos en la actualidad lo que busca es entretener a las masas, buscar seguidores y arrastrar a un público que no quiere pensar ni leer mucho, que solo quiere distraerse de la cotidianidad que lo sumerge en un sinsentido de vida. En su libro La civilización del espectáculo Mario Vargas Llosa nos comenta: “En las antípodas de las vanguardias herméticas y elitistas, la cultura de masas quiere ofrecer novedades accesibles para el público más amplio posible y que distraigan a la mayor cantidad posible de consumidores. Su intención es divertir y dar placer, posibilitar una evasión fácil y accesible para todos, sin necesidad de formación alguna, sin referentes culturales concretos y eruditos. Lo que inventan las industrias culturales no es más que una cultura transformada en artículos de consumo de masas.”

Con Nietzsche muere Dios, pero más que Dios muere la razón de la ilustración. La moral del individuo y la verdad son controladas por la voluntad de poder, como lo demostraron Hitler, Stalin o Mao Tse-tung. El manejo del discurso para manipular masas, se manifiesta en su esplendor con Joseph Goebbels, el secretario de propaganda del partido Nazi, quien llegó a decir, de forma contundente, que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad. A partir de este axioma, la mentira práctica y el adoctrinamiento de las masas, han causado muchos estragos sobre todo bajo la sombra de los regímenes totalitarios. A partir de Nietzsche toda verdad comienza a ser relativa, con esto muere la moral y se reemplazan los valores por aspectos prácticos que beneficien intereses particulares y no a la sociedad como tal. Lo no-racional se convierte en un arte expresivo, surge el psicoanálisis y el inconsciente comienza a ser un objeto de estudio.

No obstante a la importancia de lo antes señalado, la razón y las fuerzas oscuras del inconsciente deben complementarse para que exista un mundo equilibrado. Muchos han hecho del arte una expresión de lo no-racional, de lo incoherente o del sinsentido, y aunque esto es también reflejo de la condición humana, si no se acompaña de una dosis de racionalidad podemos hundirnos en un foso muy oscuro que nos aparte del sentido del vivir. Si revisamos la mitología griega observamos que al principio todo era el Caos y luego apareció el Cosmos para establecer el orden: Ordo ab Chao.

Aunque es bueno permitirle a las fuerzas dionisíacas –lo instintivo– que salgan y se expresen, como proponía Nietszche, también las fuerzas apolíneas –las de la razón– deben estar presentes. Las emociones desnudas deben revestirse con los ropajes de la razón, este equilibrio es el que permite sostener a las sociedades, a las familias, al mundo. Todo Mr. Hyde debe tener a su doctor Jekyll y todo Hulk a su doctor Banner.

Cuando los Titanes gobernaban la Tierra prevalecían las fuerzas inconscientes, la naturaleza pura, en su esencia más primitiva, luego los dioses olímpicos los derrocaron, en una gran guerra llamada la Titanomaquia, y establecieron una armonía entre las energías más primitivas y básicas con las más sutiles y elevadas.

Para Nietzsche la verdad es determinada por la voluntad de poder –el que domina puede establecer su propia verdad– y para el posmodernismo la verdad la determina el discurso, o sea que todo es producto del lenguaje. ¿Pero no es cierto que existía una realidad antes de que naciera el ser humano, antes de que se creara el lenguaje? Y aunque el lenguaje nos permita comprender o intentar comprender a la realidad, ella persistirá con o sin los seres humanos. Tal vez el mismo egotismo humano nos ha llevado a pensar que sin nosotros nada existiría, algo realmente absurdo.

Kant decía que el noumeno o cosa en sí, resulta incomprensible para el hombre, quien solo puede comprender el fenómeno, es decir, lo que percibe nuestros sentidos. Por eso hay que tener claro que más allá del fenómeno existe una realidad que siempre seguirá existiendo aunque nosotros no la comprendamos, por lo tanto es importante entender los límites del “lenguaje” y no considerarlo como una especie de ente metafísico que moldea las realidades de la humanidad, tanto así que los posmodernos han llegado a afirmar que el hombre no es más que un cruce de discursos.

El lenguaje debe ser visto como un canal de comunicación que puede manifestar su belleza a través de las diversas figuras literarias, con el fin de crear un estilo comunicativo más original y depurado, que sea capaz de entender su tiempo histórico y aportar soluciones a las necesidades individuales y sociales. Mario Vargas Llosa nos aconsejó al respecto: “[…] creo que la literatura debe comprometerse con los problemas de su tiempo y el escritor escribir con la convicción de que escribiendo puede ayudar a los demás a ser más libres, sensibles y lúcidos”. Por eso el acto de escribir no puede convertirse en un acto banal, en un simple juego de palabras que buscan darse sentido a sí mismas. Escribir es rescatar los valores de una sociedad, combatir sus vicios, reforzar las virtudes y romper los falsos paradigmas.

La vida requiere de legados reflexivos, de propuestas que ayuden a encaminar los derroteros de la humanidad, ejemplos virtuosos que ensalcen el honor y la dignidad; necesita de escritores que trabajen de la mano con su tiempo histórico, de pensadores que esparzan sus ideas en el aire de la eternidad, para que otros tengan un modelo a seguir, porque así aprende el ser humano, con los ejemplos de los demás.

¿Qué sería de la humanidad sin un Gandhi, un Tolstoi, un Beethoven, un Sócrates, un Whitman, un Einstein, un Buda o un Jesucristo?, ¿sin el cincel de Miguel Ángel Buonarroti, el pincel de Rembrandt, los acordes de Mozart o la pluma de Dostoievski? De igual manera, sería imposible hablar de poesía en Venezuela sin mencionar a Andrés Bello, Pérez Bonalde, Andrés Eloy Blanco, Fernando Paz Castillo, Vicente Gerbasi, Eugenio Montejo o Rafael Cadenas. Así como imaginar el mundo de la prosa sin las recordadas letras de Mariano Picón Salas, Rómulo Gallegos, Pedro Emilio Coll, Cecilio Acosta, Fermín Toro, Manuel Díaz Rodríguez, Arturo Uslar Pietri, Mario Briceño Iragorry o Juan Liscano.

Como hemos visto, el hilo de la vida nos muestra ejemplos constructivos y benéficos, pero también nos enseña prototipos destructivos, legados del mal que dejaron una herida mortal, una brecha de oscuridad y atraso para el mundo: un Kim Jong-il, un Pol Pot, un Saddam Hussein, un Hitler, un Nerón, un Calígula o cualquiera de tantos tiranos que aplastaron, con su sangrienta bota, el futuro y el bienestar de sus pueblos, solo para satisfacer caprichos o con el maligno fin de perpetuarse en el poder. En estos extremos oscila el curso de la historia y es la responsabilidad de cada ser humano decidir en qué lado se colocará.

La vida es un corto sendero, y apenas comenzamos a comprender su rápida trayectoria empezamos a despedirnos. En ese camino se presentan muchas adversidades. Es una cuesta de supervivencia donde debemos aplicar nuestras mayores destrezas para sobrevivir, donde debemos decidir y sobre todo ser responsables de nuestras decisiones y comprometernos con nuestro momento histórico. Sartre nos legó una inmortal frase que quisiera dejar como corolario del presente escrito: “…El hombre está condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo y, sin embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es responsable de todo lo que hace”.


Por: Ernesto Marrero Ramírez           



[1] La posmodernidad se caracteriza por el abandono de los grandes relatos o metarrelatos, esas supuestas panaceas del pensamiento que terminaron por convertirse en utopías. Lyotard se dedica a estudiar específicamente cuatro grandes relatos que influyeron de sobremanera en la historia: el cristianismo, el capitalismo, el iluminismo y el marxismo. 


jueves, 19 de noviembre de 2020

Poema: Pasaje nocturno

 


Las sombras de la noche arden junto a las estrellas.

Veo las luciérnagas centellear en la penumbra

y la luna dionisíaca proyectar su loco perfume.

Oigo el murmullo de los recuerdos manar de la soledad

y llega el silencio para encender mi poesía.

¡Oh!, arena del universo que iluminas nuestro mundo

ven, derrama sobre mi frente tu milenaria musa,

permite que mi pluma queme los poros del papel

y deje impresa la huella… La huella que solo

la eterna noche puede legar en el poeta


Por: Ernesto Marrero

De mi libro: El Tiempo y su Legado


viernes, 13 de noviembre de 2020

Poema: Memento Mori


 

Hado maligno que pone

fin a los universos.

Enviado siniestro de las  Moiras

que cercena con la hoz

los parrales de esperanzas.

Paraíso pintado con grises óleos

y horridos parajes que enlutan el alma…

Así te pintan algunos

innombrable muerte,

sombría palabra que enturbia los oídos

y quiebra las esperanzas…

                Eres carbón de la mina más profunda

 

Hay quienes anhelan tu llegada.

Aquellos fustigados por violentas tempestades

y afligidos por espinas y puñales

buscan una puerta que solo tú puedes abrir…

                Eres polvo blanco que induce al eterno sueño

 

Pero pocos te entienden.

Solo los que perciben las banalidades del sendero

y se ríen de la máscara del deseo.

Aquellos que palpan la finitud

y se montan en la ola eterna de la trascendencia.

Aquellos que se concilian con los vendavales

y contemplan las alimañas como maestras.

Aquellos que reconocen a Cronos

como tu fiel compañero

y valoran los granos de arena

que caen en el reloj de la existencia.

                Muerte…

                Eres inevitable tesoro que enriquece nuestras vidas


Por: Ernesto Marrero


lunes, 2 de noviembre de 2020

Poema: Iluminación

 




No quisiera morir sin verte,

insondable luz que ilumina la conciencia.

Destello celeste que solo alcanza

el que logra sosegar sus infiernos

y amansar sus luciferes…

 

Quisiera, aunque sea rozar tímidamente

tu fulgor para palpar la verdadera paz.

No una paz postiza o teatral

ni una paz de seguidores y selfies

sino una paz trascendente.

 

Perfume celeste de fuegos bravos

perfume que encumbra las conciencias

y quiebra las cadenas materiales,

escucha mis súplicas y muéstrame

tus parajes.

 

Aunque tal vez solo te vea

el día de mi partida,

el día que me aparte del cuerpo

y sus paradojas.

Ese día cruzaré sereno,

cubierto con tus ramajes

y satisfecho de haber luchado con los tifones

que azotaron mi bahía.

 

Oh sacrosanta luz que danza ante mi existencia

solo tú conoces el día que podré reflejarme en tus espejos

… solo tú lo sabes


Por: Ernesto Marrero

martes, 27 de octubre de 2020

Poema: Sonambulismo



¡Cuánto agobia la estridente voz

del ojo miope que simula sapiencia!

De aquel que moldeado por la arcilla

repite los sinsentidos que el sistema

inculcó en su cavernario cerebro.

De aquel que asesinó

a la creatividad y a la cultura

con la daga de la indiferencia

 

Sus verbos son gemidos,

estruendosas lenguas

que carcomen mis tímpanos

y exacerban mi hastiado corazón

que anhela una expresión consciente.

Ellos son los sonámbulos del sendero,

aquellos caminantes errabundos

que bailan al ritmo de la danza cotidiana.

Sus palabras son vacías, pueriles,

mercantilistas o resentidas,

tan inestables como ruinas

que se desmoronan con el viento

 

Y como borrachos delirantes

se tambalean por las calles de la vida

hasta caer en la fosa sin retorno,

a la que llegarán sin haber contemplado

el horizonte existencial…

Donde emerge y muere el sol

… Donde late la conciencia


Por: Ernesto Marrero


lunes, 26 de octubre de 2020

Poema: Solo una hoja

 






Era una hoja blanca

que me miraba fijamente,

moría de sed y deseaba

que derramara el jugo

de mis letras sobre sus poros.

 

Era una hoja serena

que anhelaba mis poemas, mis razones.

Ella quería encontrarle un sentido

profundo a su existencia,

esperaba una frase introspectiva,

un verbo metafísico

o tal vez una imagen

cargada de reminiscencias

 

Era una hoja imperturbable,

inmersa en mudas voces

que aguardaba su momento,

el día en que una línea,

un signo, una palabra o una oración

se posara sobre su superficie

y quedara asentada para la posteridad

 

Era una hoja, solo una hoja,

blanca y firme como el mármol

que ansiaba dejar un legado,

quería ser esculpida por un pensador

con el cincel de la trascendencia

para que nunca, nunca la olvidaran.

 

Por: Ernesto Marrero

sábado, 10 de octubre de 2020

Poema: Skholé


Ocio, anhelo tus tibias ramas

para resguardarme del inclemente sol.

Es verano y no puedo saciar este fuego

que me desgarra con fiereza.

Te necesito junto a la mansa soledad

para invocar a las sabias musas

que reposan en su recinto del Olimpo

 

En los Campos Elíseos

florecen tus manjares de oro,

allí donde habitan grandes genios

que forjaron las ideas de este mundo.

Yo también espero un poco de ti

en este desenfrenado Tártaro

donde los locos son el arquetipo

que moldea a la sociedad

y los antivalores se encumbran

más allá de la lógica y el sentido común

 

Eres el skholé anhelado por los antiguos griegos,

el cáliz donde se sirve el sacrosanto vino

del reposo filosófico,

el licor de la trascendencia y la creación

 

En estos días de cerebros exiguos,

de salvajes rutinas e ideas desérticas

es difícil encontrar tus oasis.

A veces percibo el aroma silvestre

de las flores que tu tibia brisa

acaricia en la pradera.

A veces te siento caminar a mi lado

y cómo tu mirada traspasa mis pensamientos

 

Otium, aquí te espero con mi pluma

y una hoja en blanco sedienta de letras.

Te espero junto a mi lámpara

y el silencio etéreo del escritor.

Te espero para plasmar mis versos…

para liberar a la poesía


Por: Ernesto Marrero


jueves, 25 de junio de 2020

El cuerpo y la finitud



Polícrates el rey de Samos, organizó en su lujoso palacio, donde resplandecía la avaricia y la vanidad humana, una fiesta en honor a Pitágoras. Antes de entrar a la concurrida sala, Anacreonte le sugirió al maestro que tratara de halagar al rey ya que esto le gustaría mucho, pero éste se negó. Entró al salón con su esbelto cuerpo de un hombre de treinta años, aunque en realidad poseía cincuenta y siete, muchos comentaban a escondidas que Pitágoras había  encontrado la fuente de la eterna juventud. Le ofrecieron los mejores manjares pero se negó a comerlos, sólo pidió que le trajesen un vaso y una jarra de agua, y como alimento un puñado de aceitunas. Esta actitud dejó estupefacto a los comensales. Entonces se levantó y les dijo:
—Todos los que nos encontramos aquí somos simples cuerpos, a los que les espera la tumba. El lujo y la vanidad los considero vestidos inútiles ante la necesidad de hacernos puros. La isla de Samos es sólo una pequeña porción del Hades, que tarde o temprano el tiempo terminará por borrar. Cultiven pues vuestra conciencia y tened presente que la maldad es el peor freno para la felicidad.
Estas palabras fueron ignoradas por la mayoría de los presentes que lo miraron como un demente pero él, sin perder la calma y la ecuanimidad que identifican a un verdadero sabio, dibujó una leve sonrisa en su rostro para luego voltearse y, sin hacer ningún comentario, abandonó el palacio.

En realidad la vida es corta y pasajera, éste el mensaje esencial que nos dejó Pitágoras en el relato anterior. Aunque el cuerpo es un vehículo esencial para que nuestra alma se manifieste a plenitud, y que por tanto debemos mantener y cuidar, no debemos tomarlo como un elemento de culto ni como una especie de fetiche al que debemos adorar. Lamentablemente ninguno de los objetos que acaparamos en este plano terrenal los podremos llevar en el momento de nuestra muerte, nuestro único equipaje serán las experiencias y los aprendizajes que moldearon nuestro espíritu.

Habitamos en una sociedad materialista que nos enseña que el camino a seguir es el del consumo y la constante satisfacción de deseos superfluos; pero en algún momento debemos  ponerle un freno a dicha situación y analizar la dirección que hemos tomado. Entonces ¿por qué malgastar tanto tiempo de nuestra existencia en eso? Sería magnífico si pudiéramos ver nuestra imagen en el espejo de la reflexión y preguntarnos: ¿Hacia dónde me dirijo?, ¿estoy consciente de que esta vida es finita y transitoria?, o solamente estaré  dedicándome a copiar modelos de otras personas y satisfaciendo caprichos que otros quieren que yo cumpla.

Esta vida pasa demasiado rápido y Cronos, el dios del tiempo, acelera su paso sobre nuestras espaldas, recordándonos que el tiempo es corto. Pasamos nuestra infancia soñando lo que vamos a ser cuando seamos grandes y nuestra adolescencia tratando de olvidarlas, pero cuando ya somos adultos y tenemos una mayor capacidad de decisión para labrar nuestra verdadera existencia, nos encontramos que no sabemos lo que queremos en realidad; entonces nos dedicamos a copiar simples esquemas de otras personas o adaptarnos a las modas que nos imponen las grandes empresas y los difunden los medios de comunicación y no tan solo a copiarlos sino a aplaudir a los que lo hacen. Pero realmente ¿eso es lo que queremos ser? Lo más probable es que no sea así. Sin embargo con el pasar de los años, cuando ya pensamos que la felicidad está cercana a nuestra puerta, empezamos a sentir un profundo vacío que termina por marchitar nuestros corazones; entonces la soledad, la decepción y la frustración, comienzan a castigarnos. ¿Cuántas personas han logrado hacer realmente felices al niño que habita en su interior?, ¿por qué dejamos de jugar y de reírnos como él y solamente nos llenamos de responsabilidades que en muchos casos ni siquiera nos agradan? ¿Será que la rutina diaria nos ha alejado de ese reino que habita dentro de nosotros?

Buda, el gran maestro de oriente, nos dijo en una oportunidad: "Los carpinteros dan forma a la madera; los flecheros dan forma a las flechas y los sabios se dan forma a sí mismos". También lo decía Sócrates, al repetir la frase que aparecía como una inscripción en el frontispicio del oráculo de Delfos: "Conócete a ti mismo" (Nosce te ipsum), y con sabias palabras nos aclaró un importante aspecto que en la rutina diaria solemos perder, al afirmar: La vida examinada es la única que merece ser vivida. Yo pienso que ese es el punto que tal vez hemos perdido más: la autorreflexión, el autoanálisis, indagar sobre quienes somos nosotros realmente, cuales son nuestros sueños y qué podemos legarle a esta vida que nos ha dado la oportunidad de venir a aprender a través de  momentos placenteros y dolorosos. 

Si tomamos conciencia de que en algún momento tendremos que partir de este plano material en que vivimos, lo menos que podemos hacer es tomarnos un buen tiempo para conocernos más y tratar de entablar una buena amistad con nosotros mismos; seguro que en ese instante cambiaremos de objetivos y dirigiremos nuestro derrotero hacia la satisfacción de realizarnos internamente y así sembrar una fructífera semilla para que otros puedan crecer, de la misma forma en que lo han hecho tantas grandes personalidades en la historia, que dejaron su luz para alumbrar las tinieblas de la ignorancia en la que nos encontramos imbuidos: Albert Einstein, Sir Isaac Newton, la Madre Teresa de Calcuta, Miguel Ángel Buonarroti, San Francisco de Asís, Gandhi, Paltón, Confucio y muchísimos personajes más que consiguieron el sentido de sus vidas y lucharon con su fuerza de voluntad hasta materializarlo y así trascender en el tiempo para beneficio de las sociedades futuras.

Quisiera concluir el presente escrito con una profunda reflexión que nos legó el gran genio Leonardo Da Vinci: “Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien vivida causa una dulce muerte”.


Por: Ernesto Marrero Ramírez
25/02/2012

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viernes, 12 de junio de 2020

El culto al cuerpo en la sociedad actual


Quisiera comenzar este artículo con una de las enseñanzas que Buda le daba a sus discípulos, con relación a la contemplación del cuerpo, por eso cito del Satipatthana Sutta la sección correspondiente a la reflexión sobre la repugnancia del cuerpo:

Asimismo, monjes, un monje reflexiona sobre su propio cuerpo, envuelto en la piel y lleno de impurezas, de la planta de los pies hacia arriba y de la coronilla hacia abajo, y piensa así: "Hay en este cuerpo: pelos en la cabeza, vello en el cuerpo, uñas, dientes, piel, carne, tendones, huesos, tuétanos, riñones, corazón, hígado, pleura, bazo, pulmones, intestinos, mesenterio, estómago, heces, bilis, flemas, pus, sangre, sudor, grasa sólida, lágrimas, grasas líquidas, saliva, mocos, fluido sinovial, orina."

Es como tener un saco de provisiones, de aquellos con dos aberturas, lleno de diversas clases de grano, tales como: arroz de montaña, arroz corriente, alubias, guisantes, sésamo, arroz perlado, y un hombre que tiene buenos ojos lo abre, lo examina y dice: "Esto es arroz de montaña, esto arroz corriente, esto son alubias, esto son guisantes, esto es sésamo, esto es arroz perlado." De la misma manera, un monje reflexiona sobre su propio cuerpo de las plantas de los pies hacia arriba y de la coronilla hacia abajo, envuelto en la piel y lleno de impurezas. "En este cuerpo hay pelo en la cabeza, vello en el cuerpo, uñas, dientes, piel, carne, tendones, huesos, tuétanos, riñones, corazón, hígado, pleura, bazo, pulmones, intestinos, mesenterio, estómago, heces, bilis, flemas, pus, sangre, sudor, grasa sólida, lágrimas, grasas líquidas, saliva, mocos, fluido sinovial, orina. Así vive contemplando el cuerpo en el cuerpo...”

He traído esta enseñanza budista con la intención de confrontarlo con la necesidad, que existe en la sociedad contemporánea, de rendirle culto al cuerpo. Un lugar donde el narcisismo, el individualismo, la competitividad y el afán de la perpetuidad de la vida, han tomado la batuta.

En la actualidad se puede percibir ese vehemente deseo de encontrar "el elixir de la eterna juventud", algo que en la antigüedad intentaron fabricar tantos alquimistas; esa sed de embellecer nuestro físico, y combatir así el flagelo de la vejez que a su vez anuncia la cercanía de la muerte. El Dalai Lama comenta una de sus experiencias, en occidente, al respecto de la dificultad de tantas personas en aceptar la vejez:

 […] En ocasiones, cuando me reúno con amigos de toda la vida ―como ciertos senadores de países como los Estados Unidos―, les saludo con las palabras «viejo amigo», lo cual significa que nos hemos conocido durante mucho tiempo, no necesariamente que seamos ancianos. Pero cuando pronuncio esas palabras, siempre hay algunos de ellos que me corrigen enérgicamente: « ¡No somos viejos! Somos amigos desde hace mucho tiempo». En realidad ellos sí que lo son ―tienen pelos en las orejas, señal de ancianidad―, pero se sienten incómodos por el hecho de serlo. Eso es absurdo. 


 Tratamos de alargar la juventud e invertimos grandes cantidades de dinero en medicamentos, dietas, centros de belleza y en cirugías estéticas que nos ayuden a mejorar nuestra imagen corporal. Aunque pueden haber muchos casos en que se justifiquen en este tipo de operaciones, sobre todo para corregir malformaciones congénitas o víctimas de accidentes, otros, por su parte, viven visitando los quirófanos con un problema de tipo psicológico que busca compensar el vacío existencial que manifiesta su espíritu, anhelando un sentido vital que les pueda brindar peso y profundidad a su paso por este mundo temporal.


La belleza física viene acompañada de un componente cultural muy significativo, y puede variar según la moda, la época y la región. Así se puede comprobar como las mujeres de diferentes tribus y países practicaban diversas tradiciones para verse más atractivas. Por ejemplo La tribu Mursi en Etiopía posee la tradición de insertar platos de barro en el lóbulo de sus orejas y en los labios. Los Botocudos (del portugués botoque, que significa tapón, disco, plato), eran una tribu que vivía en las selvas amazónicas y tenían la costumbre tradicional de insertarse tapones o discos de madera en los lóbulos de las orejas y en los labios, que a veces alcanzaban los diez centímetros de diámetro.

Las Kayan, también llamadas cuellos de jirafa, son mujeres que pertenecen a la tribu o grupo étnico Karen, de Birmania, y tienen la tradición de colocarse collares de latón en el cuello con forma de anillos para alargárselo, para ellas esto es sinónimo de belleza y comienzan a utilizarlos desde los cinco años.

En la China, muchas mujeres practicaron la reducción del tamaño del pie, hasta mediados del siglo XX, como un símbolo de feminidad. Su tamaño podía disminuir hasta un tercio de su tamaño normal, mediante el uso de vendas iban atrofiando el desarrollo de la extremidad hasta que quedaran muy pequeñas. Si un hombre llegaba a conseguir una pareja de pies reducidos para contraer matrimonio, gozaba de un enorme incentivo erótico ya que poseía una mujer mucho más atractiva que las demás.

En las regiones saharianas o países como Mauritania, en África, la obesidad femenina supone un estilo de belleza y hasta un requisito para casarse mejor, donde a menudo se recurre a fármacos o dietas hipercalóricas, para lograrlo. En el pasado, recluían a las niñas en un sistema de internado, llamado "granjas de engorde", donde las alimentaban con una dieta especial de carnes rojas, mantequilla y leche de camella, hasta que adquirían la apariencia física necesaria para atraer al buen marido.

Así como los ejemplos citados anteriormente se pudieran mencionar muchos más, donde diferentes tipos de pueblos interpretaban un significado distinto al atractivo corporal. Pero como vemos, este tipo de apreciaciones nos indican que la belleza es un atributo totalmente subjetivo y el prototipo físico estéticamente perfecto es tan solo una construcción social que adopta cada sociedad en un momento determinado de la historia.

Es cierto que el cuerpo es necesario mantenerlo en buenas condiciones físicas: alimentación, higiene, ejercicios, relajación y salud en general; pero el culto al cuerpo, el poseerlo como un centro de veneración, puede convertirse en algo patógeno que terminará por manifestarse en depresiones y angustias ante el deterioro irreversible que la vejez producirá en él. Además este tipo de fijaciones producen que orientemos nuestra existencia hacia factores superficiales que jamás podrán sustituir al universo de posibilidades que habita dentro de nosotros. Vivimos tratando de parecer y no de ser, la autenticidad surge sólo excepcionalmente y nos abocamos a copiar esquemas externos en vez de voltear la mirada hacia nuestro potencial interior que está a la espera de ser descubierto. Martin Heidegger decía que el hombre vive en un "estado de interpretado", copiando esquemas sociales o modas y manejado por medios comunicacionales o entes de poder. Vivir como parte de una masa y perder la posibilidad de conocernos y realizar un aporte trascendente en nuestro tiempo histórico es una condición que parece multiplicarse cada vez más.

El complejo de Adonis o mejor conocido como la "vigorexia" es un flagelo que actualmente está profundizándose cada vez más en nuestras sociedades occidentales, causando que las personas estén cada vez más inconformes con su estética personal y sigan exigiendo mayor perfección. La vigorexia puede definirse como un tipo de trastorno psicológico caracterizado por la presencia de una preocupación obsesiva por el cuerpo físico, es la obsesión por alcanzar un cuerpo perfecto, musculoso y escultural.

En este afán de adaptarse a las modas, y a las exigencias del mercado publicitario, en cuanto a la imagen óptima corporal, una gran cantidad de personas han llegado a la anorexia y la bulimia y otros, decepcionados por su aspecto físico, se han refugiado en mundo de las drogas y el alcohol.

El hombre de nuestras sociedades vive aletargado y desconectado de su mundo interior. Se sumerge en la carrera desenfrenada de la cotidianidad donde se enfoca en cumplir con lo urgente pero no con lo importante, y pierde así la oportunidad de encontrarle un sentido profundo a sus vidas. Esta situación le produce un vacío existencial y un miedo a enfrentar la finitud de su corporalidad que lo desvía hacia los placeres superficiales, la búsqueda de la belleza física, la acumulación de riquezas y la adquisición casi frenética de novedades tecnológicas.

A veces deberíamos preguntarnos qué es más importante en esta existencia temporal, si la cantidad de vida o la calidad de vida. Resulta interesante mencionar algunos personajes, aunque sea al azar, que murieron jóvenes pero que su paso por este mundo resultó sumamente fértil y marcaron huellas que muchos han podido transitar para aclara su camino:

San Pancracio, 14 años.
Juana de Arco, 19 años.
John Keats, 25 años.
Julián del Casal 29 años.
Luis Enrique Marmol 29 años.
Santa Rosa de Lima, 31 años.
Alejandro Magno, 33 años.
Mozart, 35 años.
San Antonio de Padua, 35 años.
 Leopardi 38 años.
Martin Luther King, 39 años.
Blaise Pascal, 39 años.
Edgar Allan Poe, 40 años.
Franz Kafka, 42 años.
Kierkegaard, 42 años.
San Francisco de Asís, 44 años.

Estos son sólo algunos ejemplos de individuos que vinieron a iluminar este mundo y dejar su legado, para que otros puedan abrirse paso dentro de la maleza de la vida y escalar ya sea a la cima del conocimiento o de la fe. Como modelo magistral de una existencia entregada a la humanidad tenemos a Jesús de Nazaret que con tan solo 33 años partió la historia en dos: a.C. y d.C.

¿Por qué tanto afán en la permanencia si sabemos que la vida es transitoria? Tal vez si aceptáramos que nuestro paso por este mundo es temporal y que en algún momento tendremos que partir, ¿no pudiéramos hacer nuestro limitado tiempo más fructífero?, ¿no trataríamos de buscar un sentido más profundo de nuestra existencia que el mero hecho de satisfacer deseos tras deseos?, ¿no nos evitaríamos muchos sufrimientos si pensáramos en la muerte como un hecho natural, en vez de evadirla?

Con mucha claridad lo indicó el filósofo y escritor Michel de Montaigne cuando expresó:

Los hombres vienen y van, trotan y danzan, y de la muerte ni una palabra. Todo muy bien. Sin embargo, cuando llega la muerte, a ellos, a sus esposas, sus hijos, sus amigos, y los sorprende desprevenidos, ¡qué tormentas de pasión no los abruman entonces, qué llantos, qué furor, qué desesperación![…]

No es en el cuerpo temporal sino en el espíritu eterno donde habita la belleza del individuo, tampoco es en la esbeltez corporal sino en la profundidad moral e intelectual que pueda desarrollarse en la vida. No es en el egoísmo de verse constantemente al espejo, al estilo de la bruja de Blanca Nieves, y preguntarle quién es el más hermoso, es en el desarrollo de nuestra autenticidad, en la filantropía de los objetivos de vida y en el servicio a la humanidad donde radica la trascendencia, la libertad y el verdadero sentido de nuestra existencia.


Por: Ernesto Marrero Ramírez
ernestomarreroramirez.blogspot.com
vivirytrascender.blogspot.com

ILUSTRACIONES

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 Ilustraciones

viernes, 5 de junio de 2020

El precio de la arrogancia


O preço da arrogância



     Se cuenta que existió una joven y hermosa mujer llamada Aracne que pertenecía a la antigua región de Lidia; tenía una virtuosa y admirada habilidad para tejer, tanto así que muchísimas personas se acercaban sólo para contemplar sus obras de arte. Un día le preguntaron si la diosa Atenea le había dotado de semejante destreza para el tejido, porque bien era cierto que esa divinidad se había encargado de instruir en secreto a los mortales en una vocación tan hermosa; por ese motivo, la consideraban patrona de hilanderas y tejedoras. Con arrogancia, la mujer soltó una carcajada:
—¡Ja, ja, ja! A mí nadie me ha enseñado este oficio —profirió con ironía—. Ni siquiera una diosa podría hacerlo tan bien como yo.
Una persona que escuchaba con detenimiento aquella irónica respuesta, le advirtió que esa actitud podía hacer enfadar a la deidad. Cegada por el orgullo, Aracne le respondió:
—No me importa lo que ella piense, yo soy la mejor en esta labor... y de eso que no quede la menor duda.
Estos comentarios llegaron con rapidez hasta el Olimpo y así Atenea decidió propinarle un escarmiento. Tomó la forma de una dulce viejecita con la espalda encorvada, la piel resquebrajada como la tierra azotada por la sequía y sus manos retorcidas por la artritis. Tomó un garrote con su mano y se dirigió a visitar a la mujer. Al encontrarla le habló con gentileza e intentó aconsejarle que debía deponer esa rebelde actitud y tratar de ser más humilde.
—Hija, tú podrás ser muy hábil tejiendo y eso es bueno, pero no puedes enfrentar a una diosa inmortal.
—Bueno señora... si ella se cree mejor que yo, pues que venga; yo la reto a una competencia —respondió con hostilidad.
Atenea se quitó el disfraz de anciana esperando que Aracne sintiera temor y se retractara, pero aun así continuó con su actitud desafiante y, de esa manera, ambas se enfrentaron y tejieron por varias horas. La diosa, sagazmente, elaboró un hermoso motivo relacionado con la victoria de Poseidón; y Aracne, con igual habilidad, tejió veintiuna escenas obscenas sobre los dioses del Olimpo, donde los desprestigiaba por completo. Ante semejante afrenta, Atenea se enfureció y destrozó en mil pedazos los tapices de Aracne; ella, indignada por tal humillación y viéndose impotente ante el poderío de aquélla, decidió tomar una soga y ahorcarse, pero la deidad intervino para evitar ese acto suicida. Sin embargo, debía darle una lección, por lo tanto decidió convertirla en una araña para que continuara tejiendo. Su cuerpo se empezó a hinchar y a cubrirse de pelos negros y marrones, sus brazos y piernas se transformaron en delgadas patas y le brotaron cuatro más, de su boca emergieron dos quelíceros que se veían como afilados colmillos y ocho ojos poblaron su cabeza.

     Desde ese momento y colgando de un hilo, las arañas tejen sin cesar sus delicadas redes, y recuerdan el precio que puede pagarse por haber vivido con una actitud ofensiva y arrogante.

Por: Ernesto Marrero Ramírez
Publicado el 05 de junio de 2020

De mi libro: Y ahora... ¿Por dónde empiezo?