Las sombras de la noche arden junto a las estrellas.
Veo las
luciérnagas centellear en la penumbra
y la
luna dionisíaca proyectar su loco perfume.
Oigo el
murmullo de los recuerdos manar de la soledad
y llega el
silencio para encender mi poesía.
¡Oh!, arena
del universo que iluminas nuestro mundo
ven,
derrama sobre mi frente tu milenaria musa,
permite
que mi pluma queme los poros del papel
y deje
impresa la huella… La huella que solo
la
eterna noche puede legar en el poeta
Por: Ernesto Marrero
De mi libro: El Tiempo y su Legado
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