O preço da arrogância
Se
cuenta que existió una joven y hermosa mujer llamada Aracne que pertenecía a la
antigua región de Lidia; tenía una virtuosa y admirada habilidad para tejer,
tanto así que muchísimas personas se acercaban sólo para contemplar sus obras
de arte. Un día le preguntaron si la diosa Atenea le había dotado de semejante
destreza para el tejido, porque bien era cierto que esa divinidad se había
encargado de instruir en secreto a los mortales en una vocación tan hermosa;
por ese motivo, la consideraban patrona de hilanderas y tejedoras. Con
arrogancia, la mujer soltó una carcajada:
—¡Ja, ja, ja! A mí nadie me ha
enseñado este oficio —profirió con ironía—. Ni siquiera
una diosa podría hacerlo tan bien como yo.
Una persona que escuchaba con detenimiento aquella
irónica respuesta, le advirtió que esa actitud podía hacer enfadar a la deidad.
Cegada por el orgullo, Aracne le respondió:
—No me importa lo que ella piense, yo soy la mejor en
esta labor... y de eso que no quede la menor duda.
Estos comentarios llegaron con rapidez hasta el Olimpo
y así Atenea decidió propinarle un escarmiento. Tomó la forma de una dulce
viejecita con la espalda encorvada, la piel resquebrajada como la tierra
azotada por la sequía y sus manos retorcidas por la artritis. Tomó un garrote
con su mano y se dirigió a visitar a la mujer. Al encontrarla le habló con
gentileza e intentó aconsejarle que debía deponer esa rebelde actitud y tratar
de ser más humilde.
—Hija, tú podrás ser muy hábil tejiendo y eso es
bueno, pero no puedes enfrentar a una diosa inmortal.
—Bueno señora... si ella se cree mejor que yo, pues
que venga; yo la reto a una competencia —respondió con hostilidad.
Atenea se quitó el disfraz de anciana esperando que
Aracne sintiera temor y se retractara, pero aun así continuó con su actitud
desafiante y, de esa manera, ambas se enfrentaron y tejieron por varias horas.
La diosa, sagazmente, elaboró un hermoso motivo relacionado con la victoria de
Poseidón; y Aracne, con igual habilidad, tejió veintiuna escenas obscenas sobre
los dioses del Olimpo, donde los desprestigiaba por completo. Ante semejante
afrenta, Atenea se enfureció y destrozó en mil pedazos los tapices de Aracne;
ella, indignada por tal humillación y viéndose impotente ante el poderío de
aquélla, decidió tomar una soga y ahorcarse, pero la deidad intervino para
evitar ese acto suicida. Sin embargo, debía darle una lección, por lo tanto
decidió convertirla en una araña para que continuara tejiendo. Su cuerpo se
empezó a hinchar y a cubrirse de pelos negros y marrones, sus brazos y piernas
se transformaron en delgadas patas y le brotaron cuatro más, de su boca
emergieron dos quelíceros que se veían como afilados colmillos y ocho ojos
poblaron su cabeza.
Desde ese momento, y colgando de un
hilo, las arañas tejen sin cesar sus delicadas redes, y recuerdan el precio que
puede pagarse por haber vivido con una actitud ofensiva y arrogante.
Por: Ernesto Marrero Ramírez
Publicado el 05 de junio de 2020
De mi libro: Y ahora... ¿Por dónde empiezo?
Publicado el 05 de junio de 2020
De mi libro: Y ahora... ¿Por dónde empiezo?
Excelente
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