Frases del escritor

Filosofía clásica y existencial en torno a la literatura... Un camino para encontrarnos.
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jueves, 28 de mayo de 2020

El santo y el demonio

O Santo e o diabo

Ilustración: Erique Peña


Un día el demonio decidió probar a un hombre santo que había decidido hacer votos de castidad; para lo cual le envió a una joven y hermosa mujer al centro donde éste prestaba servicio a las personas necesitadas.
Me dicen que usted es un hombre santo expresó la mujer.
Dicen pero no me considero con ese privilegio contestó el hombre que tenía el rostro sereno.
He venido a traerle este obsequio.
Dicho esto, se quitó la ropa que traía puesta y se quedo totalmente desnuda luciendo su figura escultural.
El hombre se sonrió, buscó una cámara fotográfica instantánea y le tomó una foto a la mujer. Luego llamó a otra dama con rasgos sencillos y sin ninguna belleza extraordinaria, que laboraba en ese mismo lugar. Le solicitó que posara para una fotografía y ésta accedió con gentileza.
Buscó tres sobres, los identificó con un número e introdujo las fotos en los dos primeros. Escribió algo en un papel y lo metió en el tercer sobre. Llamó a la joven, que todavía se hallaba sin ropa, y le dijo:
Por favor entréguele esto a quien la envió para acá y se dio media vuelta alejándose del lugar.
Se vistió y salió furiosa del recinto. Cuando llegó a la casa de Satanás, que se encontraba torturando con un látigo de fuego a dos recién llegados, le entregó los tres sobres. Desesperado, abrió el primero y encontró la fotografía de una mujer horrible y deforme; en el segundo, se hallaba una foto de una dama que resplandecía con su belleza. Después abrió el tercer sobre y leyó:
Señor demonio, aquí le mando estas fotos. La primera corresponde a la señora que usted envió, y la segunda pertenece a una abnegada dama que ha entregado su vida al servicio desinteresado y que vive por un ideal espiritual… Ah, se me olvidaba decirle que mi cámara sólo fotografía la conciencia de las personas.
Indignado, Satanás tomó del brazo a la mujer y comenzó a azotarla junto a los dos individuos que se hallaban atados a una pared repleta de clavos, mientras que una estruendosa carcajada brotaba de sus labios.
Ese día el demonio entendió que la fe de ese santo era verdadera y jamás volvió a molestarlo.

Por Ernesto Marrero Ramírez
28/05/2020

De mi libro: Cuando tenga tiempo, empiezo.

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