La vida se presenta
como una continua estafa, tanto en lo pequeño como en lo grande. Si ha
prometido algo, no lo mantiene y, de hacerlo, es para mostrarnos cuan poco
deseable era lo deseado… Lo que se ha dado era para quitarlo. La magia de la
distancia nos muestra paraísos que desaparecen cual ilusiones ópticas en cuanto
nos acercamos. (Schopenhauer)
En lo más profundo
de los pensamientos habita la experiencia del dolor del mundo y, en especial,
la del ser humano, en quien ocupa un lugar predominante el sufrimiento que
emerge de la inexorabilidad de la muerte, de la temporalidad en este mundo
finito. Tener conciencia sobre dicha experiencia, inevitable y azarosa, y saber
que un reloj metafísico, de manera regresiva, cuenta la ineludible partida de
este mundo, revela la fragilidad de la existencia, un enigma que para muchos
pensadores es preciso descifrar.
Por años, los
filósofos no han dejado de preguntarse cuál es el sentido de esta vida cargada
de angustias y pesares que al final será cercenada por la inevitable muerte. El
pensador alemán Arthur Schopenhauer fue uno de ellos, y estableció su
pensamiento filosófico cimentado sobre las bases del dolor, el deseo y el
hastío que, a su vez, van a girar sobre un eje central llamado voluntad. Para
él, la filosofía misma estaba cimentada en la muerte, así lo explicó en su
libro inmortal El mundo como voluntad y representación: “La muerte
es el auténtico genio inspirador o el musageta de la filosofía y por eso esta
fue definida por Sócrates como «preparación para la muerte». Difícilmente se
filosofaría sin la muerte.”
Schopenhauer, nace
en la ciudad de Danzig el 22 de febrero de 1788, un año anterior a que se
iniciara el estallido de la Revolución francesa. Fue hijo de un rico
comerciante, Heinrich Flores Schopenhauer, que se trasladó con su familia a
Hamburgo cuando Danzig cayó en manos de los prusianos en 1793. Su madre, Johanna
Henriette Trosiener, fue una escritora que llegó a gozar de cierta fama y
conformó un importante salón literario que le daría la ocasión a Schopenhauer
de entrar en contacto con personalidades como el famoso escritor y pensador
Johann Wolfgang von Goethe y Christoph Martin Wieland.
Su padre esperaba
que él siguiera sus pasos y que llegara a convertirse en un comerciante
exitoso, y por eso lo envió de viaje por Europa por dos años, en 1803. Así se
traslada con su familia hasta Holanda y luego a Inglaterra, donde queda bajo la
custodia de un religioso inglés, por seis meses, con la intención de que
aprendiera su idioma. Posteriormente viajaría a Francia, Suiza y también por
las ciudades de Viena, Dresde, Berlín y Danzig.
Es importante
resaltar que cuando Shopenhauer pasó por Francia visitó la prisión de Toulon,
donde pudo observar aproximadamente a 6.000 presos sentenciados en las galeras,
además de presenciar la ejecución de varios reclusos. Esta experiencia le
ocasionó un gran impacto al percibir el sufrimiento humano y la fragilidad de
la vida. En su diario expresa, con mucho dolor, cómo podía ver al verdugo
colocar la soga al cuello de los sentenciados, mientras que ellos rezaban y
pedían clemencia. No cabe duda que estas impresiones psicológicas van a dar pie
al fundamento de su filosofía, al percibir como el dolor y la maldad van a ser
parte de la vida. Ya de joven se quedaba perplejo ante la ligerezas y
distracciones a que se avocaba el ser humano en este mundo, a pesar de estar
rodeado de tanto sufrimiento e injusticias. Llegó a decir que "Allí donde
empieza la indiferencia, acaban la filosofía honrada y la moral
viva".
Cuando
Schopenhauer retorna a Hamburgo procede a cumplir con su promesa de avocarse al
comercio, pero su padre aparece muerto en el canal al que daban los almacenes
de la parte posterior de su casa, todo parecía indicar que fue suicidio, pero
esto nunca se reconoció públicamente para no manchar el estatus de la familia.
No obstante, en su interioridad, Schopenhauer siempre culparía a su madre de esta
nefasta consecuencia, y esto haría que al ser adulto nunca mantuviera buenas
relaciones con ella, además del choque de caracteres entre ambos: Schopenhauer
era introvertido, misántropo y hosco, en cambio Johanna era extrovertida,
alegre y jovial.
Debido a este
incidente, su madre lo libera del compromiso adquirido con su padre y, en este
sentido, se inclinaría por los estudios superiores, que la fortuna dejada por
su progenitor le permitiría disfrutarlos,
sin
ninguna preocupación económica . En 1809 ingresó en la Universidad de Gotinga a
estudiar medicina, pero, después de estudiar con Gottlob Ernst Schulze, que lo
inicia en los estudios de Platón y Kant, terminó por comprender que la carrera
que le apasionaba realmente era la filosofía. En 1811 se trasladó a Berlín,
donde estudió durante dos años, siguiendo los cursos de Fichte y Friedrich
Schleiermacher; la decepción que ambos le causaron fue motivo de un momentáneo
distanciamiento de la filosofía y un interés por la filología clásica.
Cuando se
realizaron los combates de los nacionalistas contra las tropas napoleónicas,
Arthur Schopenhauer decide abandonar Berlín y se dirige a Weimar, a salvo de
las complicaciones de una guerra que lo mantenía indiferente. Aprovecha este
tiempo para preparar su tesis doctoral titulada La cuádruple raíz del
principio de razón suficiente, que le valió el título de doctor por la
Universidad de Jena y que fue publicada en 1813. Se relacionó estrechamente con
Goethe y fue influido por el orientalista alemán Friedrich Majer en el estudio
de la filosofía hindú, del brahmanismo y del budismo, corrientes que influyeron
profundamente en el desarrollo de su pensamiento filosófico, que posteriormente
lo vinculará con el pensamiento de Platón y Kant para conformar su sistema
filosófico. Al profundizar en este pensamiento escribe la primera versión de su
obra magistral: El mundo como voluntad y representación (Die
Welt als Wille und Vorstellung), que publica en el año 1819.
El filósofo
confiaba en un reconocimiento inmediato de la importancia de su obra magistral,
pero ésta no suscitó demasiada atención, aunque sí le ayudó a obtener en 1820,
la condición de docente en la Universidad de Berlín. Allí trató en vano de
competir con Hegel, quien se hallaba en la cúspide de su popularidad, para lo
que anunció sus cursos a la misma hora que los de aquél, al que consideró
abiertamente como su adversario e irreconciliable enemigo. Pero no tuvo éxito,
fueron muy pocos alumnos los que asistieron a sus clases. En 1825, después de
un nuevo viaje a Italia y un año de enfermedad en Munich, renunció a la carrera
universitaria, para dedicarse a sus estudios filosóficos y darle mayor
profundidad a su obra central: El mundo como voluntad y representación,
de la cual aparece su segunda edición en 1844 que se enriquece con un segundo
volumen de Complementos, quedando así muy aumentada.
Cabe destacar que
Schopenhauer considera que su filosofía se basa en una dolorosa realidad, que
expresa en palabras fuertes y secas, sin rodeos. Así percibe la vida, colmada
de calamidades y tragedias que desembocan, irremediablemente, en el hastío y en
el sufrimiento. Por eso critica con dureza y, en muchos casos despectivamente,
a los que tratan de mostrar un optimismo superficial de la realidad. Es una
filosofía que, a pesar de estar redactada con una pluma clara y sin rebusques
semánticos, suele ser directa, amarga y en muchos casos desconsoladora. Por
estos motivos es considerado por muchos críticos como un filósofo pesimista.
Hay que resaltar
que este pensador tiende un importante puente entre la filosofía occidental y
el pensamiento oriental, del cual apenas se estaban haciendo las primeras
traducciones en su tiempo. De este mundo extrae la concepción del velo de Maya
de los Vedas, y el concepto de Unidad absoluta con lo que argumenta el llamado
“Principio de individuación”. El Samsara, el Nirvana y la relación entre el
deseo y el sufrimiento le van a servir para el desarrollo de su concepto de
voluntad metafísica, complementado, claro está, con los estudios de filosofía
occidental, en los que va a manejar el idealismo platónico y lo referente
al noúmeno y el fenómeno, de Immanuel Kant, del que siempre se
va a sentir su discípulo más grande; tanto así, que en sus Manuscritos
Berlineses llegará a decir: “Mi mayor gloria tendrá lugar cuando
alguna vez se diga de mí que he resuelto el enigma planteado por Kant”. Este
comentario es referido al descubrimiento de que la cosa en sí o noúmeno es
la misma voluntad.
Su obra va a girar
básicamente en torno a una voluntad metafísica que todo lo crea y todo lo
destruye, principio y fin de la creación y que, al encarnarse como ser humano,
se transforma en un querer sin fin, en un deseo que se convierte en una sed
insaciable. Si este deseo es satisfecho se transformará en hastío que generará,
a su vez, un nuevo deseo. Si por el contrario el deseo es cercenado, causará
dolor.
En su libro: El
mundo como voluntad y representación, Schopenhauer realiza esta
definición de dicha voluntad metafísica: “en la fuerza que incita y vegeta en
la planta, en la fuerza que hace cristalizar el cristal, en la que orienta
hacia el polo norte una aguja imantada, en aquella cuya descarga eléctrica
brota del contacto de metales heterogéneos, en aquella que por afinidades
electivas de ciertos materiales parece separar y reunir cual fobia o filia e
incluso, por último, en la gravedad que se aplica tan impetuosamente en toda
materia, atrayendo la piedra hacia la tierra y la tierra hacia el sol; todo
esto se tiene por diferente sólo en la esencia íntima, como aquello que le es
conocido de inmediato mejor y con mayor familiaridad que cualquier otra cosa,
eso que, allí donde sobresale más claramente, se llama voluntad”.
Esta voluntad
shopenhaueriana, encarnada en la naturaleza humana, se individualiza, y termina
por convertirse en un anhelo insaciable que hace que los hombres corran
perennemente impulsados, en forma inconsciente, para satisfacer sus ansias y
peticiones. Dicha ilusión de individualidad solo puede ser superada cuando la
voluntad es negada (noluntad) y el ser humano entiende que forma parte de un todo
universal o de una unidad total.
Para Schopenhauer,
la voluntad es única, total e indivisible. Sin embargo, al objetivarse como
conjunto de fenómenos en este mundo ilusorio de las representaciones, que
corresponde al plano terrenal, se manifiesta multiplicada, fragmentada en
innumerables partes. De aquí se desprende el principio de individuación, el
cual nos dice que, a través de las formas de interpretación del entendimiento
humano, básicamente del espacio y el tiempo, la voluntad homogénea, única, se concreta
en la pluralidad de lo existente.
Como sucede
con la cosa en sí kantiana, para la voluntad no existen
categorías de pasado y de futuro, el tiempo únicamente se expresa en el mundo
de las representaciones; es decir, que ella se manifiesta como un constante
fluir atemporal. También se halla liberada de la forma, a la que únicamente
ingresa cuando quiere manifestarse en el mundo material. Esta se convierte así
en el fundamento de todo lo existente.
En la columna de
su pensamiento filosófico, Schopenhauer explica que la vida oscila en un
movimiento pendular entre el dolor y el hastío. Con cada deseo satisfecho brota
la figura del tedio y entonces emerge un nuevo deseo, pero si este no es
saciado viene el inevitable sufrimiento, es como estar entre Escila y Caribdis,
dos temibles monstruos mitológicos que habitaban en un estrecho marino. Evitar
las afiladas fauces del primero significaba ser tragado por el segundo. En ese
ciclo interminable se sumergen las personas de este mundo, y forman así una
especie de círculo vicioso del cual es muy difícil escapar. Al respecto comenta
nuestro filósofo: “El deseo supone dolor, conforme a su naturaleza; el logro
alumbra de inmediato a la saciedad. El objetivo era solo aparente; la posesión
aniquila el estímulo. El deseo se presenta bajo una nueva forma y reaparece la
necesidad; y cuando no ocurre así, hace acto de presencia la tristeza, el vacío
y el aburrimiento, contra los que la lucha resulta tan penosa como contra la
necesidad”.
Para Schopenhauer
solamente hay tres posibles maneras de escapar de este ciclo interminable de
sufrimiento: la primera es a través del suicidio, pero este es un acto ficticio
ya que con esta decisión el suicida lo que quiere es escapar del sufrimiento
que le produce esta vida, pero no de la voluntad y su deseo insaciable, que es
la causa originaria de dicho dolor. Por tal motivo, la naturaleza simplemente
continuará colocando otros individuos en el puesto de este para continuar su
tarea. La segunda forma es a través de la contemplación de la obra de arte como
acto desinteresado y en especial de la música, pero este acto es temporal, ya
que solamente distrae por un instante y luego se vuelve a caer en el mismo
estado. Y la tercera forma de romper con esta ilusión es negando la voluntad
(noluntad), mediante el trabajo que lleva a cabo el asceta o místico, que logra
penetrar en las profundidades de su mente y despertar del ensueño que produce
este mundo ilusorio; en sí, aniquilar a la voluntad de vivir y lograr así la
disolución del falso yo.
En sus últimos
años, nuestro filósofo vivió una existencia recluida, que desde 1831
transcurrió en Frankfurt, adonde se trasladó huyendo del cólera que ese mismo
año llevó a la tumba a Hegel. Schopenhauer murió como consecuencia de un paro
cardiorrespiratorio el 21 de septiembre de 1860, a los 72 años en la ciudad de
Frankfurt, su ama de llaves lo encontró reclinado en el sofá con un gesto
apacible. Seguramente feliz por despertar del profundo sueño con el que la vida
dolorosa envuelve a los seres vivientes durante su existencia.
La originalidad y
el carácter anticipativo del pensamiento schopenhaueriano dejó su fuerte e
insoslayable impronta en autores de la talla de Richard Wagner, Philipp
Mainländer, Sigmund Freud, León Tolstói, Henri Bergson, Nietzsche, Thomas Mann,
Hans Vaihinger, Eduard von Hartmann, Carl Gustav Jung, Otto Weininger, Otto
Rank, Erwin Schrödinger, Ludwig Wittgenstein, Albert Caraco, Marcel
Proust, Pío Baroja, August Strindberg, Émile Cioran, Samuel Beckett,
Albert Einstein, Miguel de Unamuno, Julian del Casal, Luis Enrique Marmol y
Jorge Luis Borges, entre otros.
Vale la pena
resaltar que Schopenhauer fue muy bien recibido entre los físicos,
especialmente por Einstein, Schrödinger, Wolfgang Pauli y Majorana. Einstein
describió los pensamientos de Schopenhauer como un "consuelo
continuo" y lo llamó un genio. Konrad Wachsmann recordó que él
constantemente se sentaba con uno de los volúmenes de Schopenhauer, ya gastados
por el uso, y mientras estaba sentado allí se sentía tan complacido, como si
estuviera comprometido con un trabajo alegre y sereno.
Una de las mayores
ventajas de leer a Schopenhauer es su clara prosa. Al respecto, él comentaba
que un filósofo auténtico debe buscar sobre todo claridad y precisión. Algo
seguramente heredado de su madre Johanna Henriette Trosinier, quien fue
novelista y llegó a entablar relaciones en el mundo de la literatura con
destacados personajes intelectuales de la época. A pesar de que en la historia
de la filosofía se suele encontrar a pensadores muy complicados de leer, en el
caso de Schopenhauer se hallan líneas muy amenas que permiten atrapar al lector
hasta la última frase. Fue Nietzsche quien llegó a decir en su obra Schopenhauer
como educador, lo siguiente: “Pertenezco a los lectores de Schopenhauer que
desde que han leído las primeras de sus páginas saben con seguridad que leerán
todas las páginas y atenderán todas las palabras que hayan podido emanar de
él”. En una entrevista publicada por Die Welt el 25 de marzo del año 1975,
Borges comentó: “Para mí hay un escritor alemán al que prefiero a todos los
demás: Schopenhauer. […] De hecho, aprendí alemán […] fundamental y
específicamente para poder leer a Schopenhauer en su propia lengua”. En su
biografía, Wagner reconoce que el libro de Schopenhauer El mundo como
voluntad y representación le transmitió el estado de ánimo para
escribir la ópera Tristán e Isolda, y en tono de agradecimiento se
refiere a él: “Últimamente me he dedicado exclusivamente a un hombre que ha
llegado como un regalo del cielo a mi soledad. Es Arthur Schopenhauer, el mayor
filósofo desde Kant”.
Entre las obras
que publicó en vida, nos dejó: La cuádruple raíz del principio de razón
suficiente, El mundo como voluntad y representación, Sobre la visión y los
colores, Sobre la voluntad en la naturaleza, Los dos problemas fundamentales de
la ética y Parerga y paralipomena. Y entre las obras inéditas se
encuentran: Manuscritos Berlineses, Dialéctica erística, Escritos
inéditos de juventud y El arte de ser feliz o Eudemonología.
A pesar del mal
genio y de los escritos secos y a veces dolorosos que siempre acompañaron a
Schopenhauer, no se pueden negar los valiosos aportes que este pensador realizó
a la historia de la filosofía.
El filósofo de
Danzig logró vincular, con maestría, el pensamiento oriental y el occidental,
al combinar las esencias del brahmanismo, de los vedas y del budismo con las
ideas de Kant y Platón; pero además sustentó sus planteamientos con el apoyo
del helenismo: estoicos, cínicos, epicúreos y escépticos. Podemos encontrar
también su libro: El mundo como voluntad y representación nutrido
con citas sobre el cristianismo y una sección llamada Epifilosfía, donde
presenta sus semejanzas y diferencias con el filósofo Baruch Spinoza. En sí, se
puede considerar su obra como un testimonio directo de reconciliación entre
ambos pensamientos, lo cual demuestra que es posible generar un espacio abierto
para el diálogo y la interdisciplinaridad, en el que se replantee el filosofar
de un modo más íntegro y universal. Esta consideración intercultural es
importante en la medida en que las personas puedan reunirse a pensar como seres
humanos que conviven en un mismo planeta, aunque puedan estar marcados por
profundas diferencias históricas, religiosas y
culturales.
Se le puede
considerar como uno de los forjadores de las bases del existencialismo. La
angustia y la tensión que se producen al tener conciencia de que se nace para
morir, que la vida es un sueño del cual hay que despertar, que el sufrimiento
está casado con la vida y que es imposible vivir sin sufrir, son algunos de los
aspectos que más adelante van a sustentar el corpus del existencialismo, que
cimentarían los filósofos Kierkegaard y Sartre.
Antes de
Schopenhauer, la filosofía concebía al mundo desde una perspectiva racional;
todo lo que sucedía en el entorno del ser humano se percibía con un énfasis en
la ontología, la antropología, la epistemología y en la lógica. Pero él generó
un cambio significativo en la perspectiva filosófica que la orientó hacia la
interioridad del hombre, hacia el lado oculto, hacia lo no racional,
inconsciente, por medio de su propuesta de la voluntad, además de sus
sugerencias sobre el mundo onírico. En definitiva, a él le debemos su
formulación sobre una metafísica de lo inconsciente, que posteriormente Freud y
Jung le darían forma.
Con Arthur
Schopenhauer se descubrió un significado profundo del dolor, que va más allá de
la comprensión cotidiana, un dolor positivo, que puede brindar una experiencia
transformadora, un hecho que despierte en aquel que lo padece un sentido
particular de la realidad, una oportunidad de contemplar eso que se mantenía
velado y yacía en el horizonte como algo oculto y difícil de alcanzar. Con la
pacificación del salvaje deseo, emerge, de un modo espontáneo, una forma de
conocimiento que logra percibir la unidad en el entorno, entender que todos
formamos parte de un mismo todo, disolver las garras del ego y
abrazar la inquebrantable paz.
Por: Ernesto Marrero Ramírez
27/03/2020
vivirytrascender.blogspot.com
ernestomarreroramirez@gmail.com
El presente artículo también fue publicado por la Revista Letralia el lunes 05 de agosto de 2024 y por la Revista del Círculo de Escritores de Venezuela el 26 de marzo de 2024:
Excelente hermano, siempre es un gusto leerte. Slds.
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