¡Cuánto agobia la estridente voz
del ojo miope
que simula sapiencia!
De aquel que
moldeado por la arcilla
repite los
sinsentidos que el sistema
inculcó en su cavernario
cerebro.
De aquel que
asesinó
a la
creatividad y a la cultura
con la daga de
la indiferencia
Sus verbos son
gemidos,
estruendosas
lenguas
que carcomen
mis tímpanos
y exacerban mi
hastiado corazón
que anhela una expresión
consciente.
Ellos son los
sonámbulos del sendero,
aquellos
caminantes errabundos
que bailan al
ritmo de la danza cotidiana.
Sus palabras
son vacías, pueriles,
mercantilistas
o resentidas,
tan inestables
como ruinas
que se
desmoronan con el viento
Y como borrachos
delirantes
se tambalean
por las calles de la vida
hasta caer en la
fosa sin retorno,
a la que
llegarán sin haber contemplado
el horizonte
existencial…
Donde emerge y
muere el sol
… Donde late la
conciencia
Por: Ernesto Marrero
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