Era
una hoja blanca
que
me miraba fijamente,
moría
de sed y deseaba
que
derramara el jugo
de
mis letras sobre sus poros.
Era
una hoja serena
que
anhelaba mis poemas, mis razones.
Ella
quería encontrarle un sentido
profundo
a su existencia,
esperaba
una frase introspectiva,
un
verbo metafísico
o
tal vez una imagen
cargada
de reminiscencias
Era
una hoja imperturbable,
inmersa
en mudas voces
que
aguardaba su momento,
el
día en que una línea,
un
signo, una palabra o una oración
se
posara sobre su superficie
y
quedara asentada para la posteridad
Era
una hoja, solo una hoja,
blanca
y firme como el mármol
que
ansiaba dejar un legado,
quería
ser esculpida por un pensador
con
el cincel de la trascendencia
para
que nunca, nunca la olvidaran.
Por: Ernesto Marrero
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