Señor, a ti clamo todos los días,
hacia ti extiendo mis manos.
¿Acaso haces tus milagros para los
muertos? ¿O se levantaran ellos
para alabarte?
Salmo 88, 11-12
Pero yo, Señor, clamo a ti y de mañana
a ti sube mi oración.
Señor, ¿por qué me rechazas? ¿Por qué
me escondes tu cara?
Salmo 88, 14-15
Ilumina
mi alma ciega y sin rumbo
¡Oh, Padre de misterios y perdones!,
pues confuso y sediento de sentido
me marché de aquel Edén sin razones.
Tal vez
fue Eva con su tentación
y sus labios de almíbar y ambrosía
que me incitó, con ciertos embrujos,
a morder la fruta de la cobardía.
Ser de fantasía y realidad
yo no sé si podré alcanzarte
porque creo alejarme del sendero
cuando trato de encontrarte.
¿Por qué invisible es tu palabra?
¿Por qué invisible es tu presencia?
¿Por qué invisible es mi esperanza
cuando respiro tu ausencia?
Permite que Moisés muestre sus tablas
y que Lázaro regrese de la muerte.
Permite que Noé zarpe en su barca
y que mis ojos puedan verte…
Como Job, he soportado suplicios,
pero mi carne es débil y perece.
Divide las aguas para huir de mis penas.
Baja desde el cielo y aparece.
¿Acaso
como el rey Edipo
estaré predestinado a la tragedia?
¿O tendré que andar sin rumbo fijo
viviendo sin vivir como en una comedia?
Secreto velo
que oculta la realidad.
¡Señor, que inmortalizas mi esencia!,
ayúdame a entender esta insondable vida
de incertidumbres, caos y penitencias.
¡Oh, fuerza omnipotente y gloriosa!
Arquitecto del cosmos infinito.
Déjame palpar tu naturaleza divina
estrella de mi alma… Misterio bendito.
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