28/05/2020
De mi libro: Cuando tenga tiempo, empiezo.
Hace
más de 2000 años pisó esta Tierra una persona que dejó una huella indeleble. Se
trata de un alma sublime que vino con la misión de propagar el amor, el perdón,
la compasión y la justicia, además de prometer un reino de paz que esperaría a
las personas justas, sinceras y virtuosas. Para unos es considerado un dios o
la encarnación del mismo Dios, pero para otros fue un ser humano, un guerrero
que vino para romper viejos moldes, crear modelos revolucionarios y a la vez
padecer, con el más puro estoicismo, las injusticias que azotan en este mundo.
Armado con un corazón puro y la espada de la verdad, fue capaz de denunciar a
los fariseos, sacerdotes, a los hipócritas, a la dominación y a la injusticia
de su época, lo cual inevitablemente entraba en tensión con el poder opresor
del Imperio Romano, las élites religiosas locales y, en general, a los
potentados que acaparaban las riquezas y manipulaban las conciencias; siendo
por ello acusado de sedicioso y blasfemo, por lo cual fue sentenciado a muerte
en una cruz. El único hombre que logró partir la historia en dos, antes de él y
después de él. Se trata de Jesús de Nazaret, a quien dedicaré estas letras.
Con
el presente ensayo pretendo examinar, de una manera muy somera, la compleja
figura de Jesús, explorando no solo su rol central en el cristianismo, sino
también su impacto como líder espiritual, maestro de sabiduría y personaje
histórico cuya existencia y enseñanzas continúa siendo objeto de debate,
devoción y estudio riguroso. Así mismo me pasearé por el titánico esfuerzo que
realizaron sus apóstoles quienes, guiados por una fe inquebrantable, dieron
hasta su vida por difundir sus ideas.
Para
la mayoría de las corrientes cristianas, Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios y,
por consecuencia, la encarnación de Dios mismo. El judaísmo niega su divinidad,
ya que es incompatible con su concepción de Dios. En el islam se lo conoce como
Isa y es considerado uno de los profetas más importantes y mensajero de Dios.
Cabe destacar que el Corán lo menciona 25 veces como Isa, aunque también lo
nombra como hijo de María (Ibn Maryam), el Mesías (Al-Masih), palabra de Dios
(Kalimat Allah) y Espíritu de Dios (Ruhullah). Algunos hindúes consideran que
Jesús es un avatar, un sadhu o un ser iluminado, y para muchos budistas,
incluido Tenzin Gyatso, el decimocuarto Dalai Lama, es considerado un
bodhisattva que entregó su vida en beneficio de todos los seres sintientes de
la Tierra.
Conocido
como Cristo, Jesús, Emmanuel o Jesucristo, también como el Mesías, el Redentor
o simplemente el Maestro Jesús, nace en Belén, Judea, Imperio Romano, en el año
4 a. C. y muere crucificado por orden del entonces prefecto romano de Judea,
Tierra de Israel, Poncio Pilato, aproximadamente en el año 30 o 33 de nuestra
era. Jesús es la figura central del cristianismo y, en definitiva, la más
influyente de la cultura occidental. Prácticamente todos los historiadores de
la antigüedad confirman su existencia histórica y su legado trascendental.
Como
ya mencioné, Jesús de Nazaret nace hacia el año IV antes de la era cristiana,
en un establo de Belén, en Judea, cuando dicha provincia pertenecía al Imperio
Romano. Sus padres fueron José, un carpintero y María la Virgen. Muchos se
preguntarán: ¿cómo es posible que Jesús haya nacido cuatro años antes de
Cristo?, y la respuesta es que estudios historiográficos comprueban que Herodes
el Grande falleció en el año IV a.C., y el evangelio de San Mateo nos dice que
Jesús nació en tiempos de Herodes: “Habiendo nacido Jesús en Belén de Judá,
durante el reinado de Herodes” (Mateo 2, 1).
También
es bueno preguntarse: ¿por qué se dice que Jesús nació un 25 de diciembre?, y
para responder esto es necesario remontarse al siglo IV de nuestra era, ya que
sucedieron una serie de acontecimientos importantes para fundamentar las bases
del cristianismo. Y tenemos qué en el año 313, en el Edicto de Milán, se
establecía la libertad de religión o libertad de culto en el Imperio Romano,
dando fin a las persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos
grupos religiosos, principalmente contra los cristianos. El Edicto fue firmado
por los emperadores Constantino I el Grande y Licinio, dirigentes de los
imperios romanos de Occidente y Oriente. Esta nueva condición les otorgaba
ciertos privilegios a los cristianos y les permitía la construcción de grandes
templos.
En
esos días se celebraba el Natalis Solis Invicti: el nacimiento del nuevo
sol, el 25 de diciembre de cada año, que correspondía con el solsticio de
invierno, una fiesta pagana. Luego el papa Julio I pidió en el año 350, que el
nacimiento de Cristo fuera celebrado en esa misma fecha, y así, el papa Liberio
decreta el 25 de diciembre como el nacimiento de Jesús de Nazaret. De ahí en
adelante se motivó a las personas a que celebraran el nacimiento de Jesús como
la llegada del nuevo sol de la esperanza y el amor al prójimo.
En
este mismo orden de ideas, nos dice el capítulo 2 de Mateo que, durante el
reinado de Herodes, vinieron unos magos de oriente a Jerusalén, preguntando:
¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, porque hemos visto su estrella
de oriente y hemos venido a adorarlo. Y que al dirigirse a Belén se postraron
para adorar al niño y le ofrecieron oro, incienso y mirra. La pregunta es: ¿por
qué la tradición dice que son tres reyes magos? Y que además se llaman Melchor,
Gaspar y Baltazar. Algo que no aparece en ningún lado de la Biblia ni lo avala
ningún hecho histórico. Es necesario aclarar que el término mago era una
denominación que se le otorgaba a los sacerdotes eruditos en el Antiguo
Oriente, y que sus nombres aparecieron por primera vez en un mosaico del templo
de San Apollinaire Nuovo, en la ciudad italiana de Rávena, que data del siglo
VI d. C., en esta composición artística se distinguen tres magos adornados al
modo persa con sus nombres encima: Melchor, Gaspar y Baltazar, representando distintas
edades. Posteriormente se fueron identificando con las razas europea, asiática
y africana.
Según
conocemos por las Sagradas Escrituras, Jesús fue concebido por obra y gracia
del Espíritu Santo. Con esto, se quiere explicar la intercesión del Espíritu
Divino, para que la joven María, Madre de Jesús, quedase encinta del Hijo de
Dios. Una característica también observada en los semidioses o héroes griegos
que eran hijos de un dios y un mortal.
En
el Génesis 6, también hay un ejemplo de esta formación de héroes: “En ese
entonces había gigantes sobre la Tierra, y también hubo después, cuando los
hijos de Dios se unieron a las hijas de los hombres. Estos fueron los héroes de
la antigüedad, hombres famosos”.
De
la infancia avanzada de Jesús y de su juventud es poco lo que se conoce. Lucas
nos narra un episodio en que Jesús se les extravió a sus padres en Jerusalén,
cuando cumplió los doce años, y lo hallaron a los tres días en el templo,
sentado en medio de los maestros de la Ley, escuchándolos y haciéndole
preguntas. Todos se quedaron maravillados de la inteligencia y precocidad del
niño. Exaltada, su madre María le preguntó al verlo la razón de ese extraño
comportamiento. A lo que les contestó: ¿Y por qué me buscaban? ¿No saben que
tengo que estar donde mi Padre?
Luego
aparece Jesucristo en los relatos bíblicos, a los treinta años de edad y se
incorpora a las predicaciones de su primo Juan el Bautista. Tras escuchar sus
sermones, Jesús se hizo bautizar en el río Jordán, momento en que Juan lo
señaló como la encarnación del Mesías prometido por Dios a Abraham.
Tras
el bautismo y un retiro de cuarenta días en el desierto, donde superó las
tentaciones que les colocó el demonio, Jesucristo comenzó su predicación. Se
dirigió fundamentalmente a las masas populares, entre las cuales reclutó un
grupo de fieles adeptos (los conocidos doce apóstoles), con los que recorrió
Palestina. Predicaba una revisión de la religión judía basada en el amor al
prójimo, la renuncia hacia los bienes materiales, el perdón al prójimo y la
esperanza de la vida eterna en el reino de los cielos. El llamado “Sermón de la
montaña”, con sus admirables bienaventuranzas, es la mejor síntesis de su
mensaje. Pensadores como León Tolstói y el Mahatma Gandhi consideraban que este
sermón contenía la síntesis fundamental de la enseñanza cristiana.
Jesús
de Nazaret se caracterizó por difundir un mensaje sencillo, nutrido de hermosas
parábolas, con un trasfondo de amor, perdón y compasión hacia los más
necesitados. Él halló eco entre los más pobres y fueron muchos los que
acudieron a su presencia con la esperanza viva de que los ayudaran o
simplemente para escuchar su palabra consoladora. Algunos estudiosos, con
tendencias de izquierda, han llegado a comentar que Jesús fue el primer
comunista o socialista que existió, un grave error desde varios puntos de
vista. En primer lugar, él no reconocía el derecho de bienes individuales o
comunitarios, simplemente los consideraba bienes materiales, mundanos y
temporales. Les prohibía a los apóstoles que llevaran dinero cuando fueran a
predicar la palabra de Dios y que vistieran de la manera más simple posible,
como una muestra total de desprendimiento; así lo cuenta san Marcos: “Les
ordenó que no llevaran nada para el camino fuera de un bastón: ni pan, ni
morral, ni dinero; que fueran con calzado corriente y con un solo manto.” (Mc
6,8-9). Por otro lado, Jesús no era populista, ni mucho menos un demagogo, que
son características clásicas de las corrientes políticas contemporáneas, que se
nutren con las necesidades del pueblo y por eso les mienten o manipulan. Tampoco
se le pudiera identificar con la burguesía capitalista que solo busca la simple
acumulación de capitales y bienes materiales para vivir de un supuesto confort,
algo con lo que él siempre estuvo en contra. En tal caso se le pudiese
equiparar con un tipo de anarquismo, al tratar de defender la libertad del
individuo por encima de cualquier autoridad imperante. Pero, en definitiva,
Jesús fue Jesús, un individuo auténtico y coherente con su discurso, que más
bien ha servido de prototipo para millones de personas a través de la historia.
La
popularidad de Jesús se acrecentó cuando corrieron noticias sobre los milagros
que realizaba en las calles, con los cuales expulsaba los demonios, curaba a
los enfermos y hasta llegó a resucitar muertos. Dichos dotes eran considerados
como la prueba irrefutable de la gracia que le otorgaba Dios, por ser su hijo
elegido. Este profundo acercamiento al pueblo que esperaba la llegada del
Mesías, y sus duras acusaciones contra la falsa moral de los fariseos, acabaron
por inquietar a los sacerdotes y autoridades judías, que buscaron todas las
formas de acabar con él.
Jesús
fue denunciado ante el gobernador romano Poncio Pilato, por haberse proclamado
públicamente Mesías y rey de los judíos. Si lo primero pudiera ser cierto, y
reflejaba un conflicto de la nueva fe con las estructuras religiosas
tradicionales del judaísmo, lo segundo ignoraba el hecho de que la proclamación
de Jesús como rey era metafórica, mística o metafísica, un simbolismo que
aludía únicamente al «reino de Dios, que estaba en los cielos» y no colocaba en
peligro los poderes políticos constituidos.
Consciente
de que se acercaba su partida de este mundo, para cumplirse lo que estaba
anunciado en las santas escrituras, unos días antes de Pascua se dirigió a
Jerusalén, donde a su entrada fue aclamado por la multitud como el hijo de
Dios. La gente le extiende sus mantos en el camino y lo elogian como un Rey.
Los fariseos se quejan, pero él sabía que así se cumpliría una importante
profecía. Seguidamente Jesús expulsa a los mercaderes del Templo y celebra la
llamada última cena, donde compartió el pan y vino, para despedirse de sus
discípulos antes de su muerte. Cabe destacar que el cristianismo considera
dicha reunión como el momento de la institución del sacramento de la
eucaristía.
Posteriormente,
Jesús fue apresado, mientras oraba en el Huerto de Getsemaní, al pie del Monte de
los Olivos, debido a la traición del apóstol Judas Iscariote, quien lo vendió
por unas cuantas monedas e indicó a los sacerdotes del Sanedrín el lugar
preciso para capturarle, al llamarlo ¡Maestro, Maestro!, y darle un beso.
Jesús
fue llevado ante Poncio Pilato, según los evangelios, quien parecía reacio a
condenarlo, ya que lo consideraba inocente de los cargos presentados. En esos
días se celebraba la pascua y era costumbre romana que se liberara a un
prisionero por elección del pueblo. Así que Pilatos, en un intento por evitar
la responsabilidad por el enjuiciamiento de una persona inocente, ofreció a la
multitud la elección entre Jesús y Barrabás, un hombre al que los evangelios
describen como ladrón, revoltoso o asesino. Así que la mayoría debía decidir a
quién liberar.
Influenciados
por los líderes religiosos, o tal vez por el afán de liberar al amigo de muchos
o al popular entre sus semejantes, la multitud escogió al delincuente Barrabás
y condenó a Jesús de Nazaret. Algo que lamentablemente seguimos viendo en los
días de hoy, donde muchas veces la mayoría se inclina por los antivalores, la
mediocridad, la ligereza o el absurdo, y desconoce o repudia lo virtuoso, las
ideas profundas o lo sensato.
Pilato,
aunque aparentemente dudoso, finalmente cede a la presión de la multitud por
temor a posibles disturbios, y también aprovecha la oportunidad para sumar
puntos a su cuestionada popularidad. Así que le otorga la libertad a Barrabás y
condena a muerte por crucifixión a Jesús, un tipo de ejecución que era
utilizada para exponer a la víctima en público a una muerte particularmente
espantosa, lenta y muy dolorosa, con el fin de disuadir a las personas de
cometer faltas graves o violaciones a las leyes impuestas por el Estado.
Comenzaba
así la llamada Pasión de Cristo, que le llevaría a la muerte tras sufrir
múltiples penalidades y aceptarlas con el más profundo estoicismo. Con ella
daba a sus discípulos un ejemplo de sacrificio y aceptación en defensa de su
fe, que éstos asimilarían exponiéndose al martirio durante la época de las
fuertes persecuciones de las que fueron víctimas.
En
muchas oportunidades, los romanos acostumbraban a azotar con un látigo al
procesado antes de crucificarlo. También era obligado a cargar sobre sus
hombros el madero denominado patibulum o
madero horizontal, hasta el lugar en que solía permanecer clavada la estaca vertical
o stipes, posteriormente se encajaban
ambos travesaños y se procedía a colgar al reo o a clavarlo en la cruz, un
instrumento que posteriormente se convirtió en el símbolo fundamental de la
religión cristiana.
Jesucristo
resucita a los tres días de su muerte y se les aparece varias veces a sus
discípulos, encomendándoles la difusión de la fe. Cuarenta días después, según
los Hechos de los Apóstoles, asciende a los cielos. Judas se suicida,
arrepentido por su traición, mientras que los apóstoles restantes se propagaban
por el mundo mediterráneo para predicar la nueva religión. El apóstol San
Pedro, quedó al frente de la Iglesia o comunidad de los creyentes cristianos,
por decisión del propio Jesucristo. Pronto se incorporarían a la predicación
nuevos conversos, entre los que destacó Pablo de Tarso, mejor conocido como San
Pablo o el Apóstol de los Gentiles, quien impulsó la difusión del cristianismo
más allá de las fronteras del pueblo judío, además de ser el redactor de
algunos de los primeros escritos canónicos cristianos, incluyendo el más
antiguo conocido, la Primera epístola a los tesalonicenses. Y así, este
cristianismo primitivo se extendió, pese a ser una religión minoritaria y
perseguida, hacia las regiones de Judea, Siria, Europa, Anatolia, Mesopotamia,
Egipto y Etiopía.
En
esencia, la obra de Pablo hizo que el cristianismo dejara de ser una secta
judía y se transformara en una religión más universal, que se expandió hasta
los confines del Imperio Romano para convertirse así en la religión oficial el
27 de febrero del año 380, con la promulgación del Edicto de Tesalónica,
también conocido como: Cunctos Populos
“A todos los pueblos”, bajo el mandato del emperador Teodosio el Grande.
Durante
estos primeros siglos, los Padres de la Iglesia, fueron consolidando las
doctrinas del cristianismo y supervisaron el desarrollo del canon del Nuevo
Testamento. Y a partir del siglo XV, con
la era de los descubrimientos europeos y las colonizaciones, se difundió por el
resto del mundo.
Quiero
destacar en este ensayo la convicción que envolvió a los apóstoles, que se
dedicaron a difundir las enseñanzas de su amado Maestro a pesar estar
arriesgando sus vidas. De los doce apóstoles once murieron como mártires y solo
uno, Juan, murió anciano a los 94 años.
Seguidamente,
realizaré una revisión muy somera, sobre la forma en que murieron estos
apóstoles:
1. Santiago, el mayor: fue el primero de
los apóstoles en recibir el martirio. Al inicio de los años 40 del siglo I, el
rey Herodes Agripa, nieto de Herodes El Grande, echó manos de algunos de la
Iglesia para matarlos e hizo morir por la espada a Santiago, hermano de Juan.
Al ver que esto gustaba a los judíos mandó a detener también a Pedro. (Hch
12,1-3).
2. Andrés: Fue crucificado en una cruz
con forma de X, la cual hasta el día de hoy es llamada la cruz de San Andrés y
es uno de sus símbolos apostólicos. La tradición coloca su martirio el 30 de
noviembre del año 63, bajo el imperio de Nerón.
3. Bartolomé: A este santo lo pintaban
los antiguos con la piel en sus brazos como quien llevaba un abrigo, porque la
tradición cuenta que su martirio consistió en que le arrancaron la piel de su
cuerpo, estando él aún vivo.
4. Santiago, el Menor: la más antigua
información sobre la muerte de este santo nos la ofrece el historiador Flavio
Josefo. Fue decisión del sumo sacerdote Anan, hijo del Anás, que aparece en los
evangelios, el cual aprovechó el intervalo entre la destitución del procurador
Festo, y la llegada de su sucesor Albino, para decretar su lapidación, en el
año 62.
5. Juan: Se dice que un atentado fue
realizado contra su vida mediante un cáliz de veneno del cual Dios lo salvó, y
así murió de causas naturales, cuando tenía la edad de noventa y cuatro años,
de acuerdo con San Epifanio.
6. Judas Iscariote: Traicionó a Jesús por
treinta piezas de plata y luego se ahorcó. Así lo narra Mateo: “Cuando Judas,
el traidor, supo que Jesús había sido condenado, se llenó de remordimientos y
devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los
jefes judíos, diciéndoles: «He pecado, entregando a la muerte a un inocente».
Ellos le contestaron: «Qué nos importa a nosotros. Es asunto tuyo». Entonces
él, lanzando las monedas en el Templo, fue a ahorcarse” (Mt 27, 3-5).
Como queda vacante el puesto de Judas en el
grupo de los 12 apóstoles, planearon su reemplazo, presentándose dos candidatos
con buenos méritos, José Barsabás y Matías. Los apóstoles eligieron a Matías,
que posteriormente fue apedreado y luego decapitado.
7. Judas Tadeo: Se dice que a San Judas
le aplastaron la cabeza con un mazo, razón por la que se le representa con este
instrumento. Según otra tradición, fue atravesado con una lanza, y es por este
motivo que también es recurrente encontrarle en representaciones iconográficas
con este objeto.
8. Mateo: Algunas tradiciones afirman que
fue martirizado en Etiopía. Dice la tradición que evitando el matrimonio de una
virgen con el Rey Hitarco, en el preciso momento en que terminaba la misa, un
sicario enviado por este rey se le acercó y le clavó una espada en la espalda.
9. Pedro: La tradición dice que fue
crucificado en Roma con la cabeza hacia abajo. Pedro solicitó que lo
crucificaran así porque no era digno de morir como su Señor Jesús había muerto.
10. Felipe: Según narraciones posteriores,
Hechos de Felipe y otras, evangelizó Grecia y después Frigia donde habría
afrontado la muerte, con un suplicio que según algunos fue crucifixión y otros
de lapidación.
11. Simón: La tradición dice que los persas aserraron
a Simón en dos partes, razón por la que se le representa con una sierra. Otra
versión dice que sufrió la crucifixión, luego de haber predicado el Evangelio
en Samaria.
12. Y para terminar tenemos al apóstol
Tomás: de quién se cuenta que el rey de la India Gondóforo tuvo una fuerte
discusión con él debido a su fe, y con un espada atravesó su corazón. Los
cristianos recogieron el cuerpo del mártir y lo enterraron con honor.
Es importante resaltar que Pablo de
Tarso no formó parte de círculo íntimo de los doce apóstoles que acompañaron a
Jesús durante su ministerio terrenal. No obstante, es ampliamente considerado y
respetado como un apóstol crucial, en la difusión del cristianismo, por eso
también es llamado el “Apóstol de los Gentiles”. Según la tradición cristiana,
aunque no se detalla en la Biblia, se dice que murió decapitado en Roma, bajo
el imperio de Nerón, probablemente alrededor del año 67 de nuestra era.
Vale
la pena resaltar que a pesar de las enseñanzas tan nobles y excelsas
transmitidas por Jesús de Nazaret, y el esfuerzo de los Apóstoles por
difundirlas de la manera más fidedigna, cimentadas en el amor y el servicio al
prójimo que, desde luego, aportó una ola gigantesca de valor moral para la
humanidad, el cristianismo se enlodó en los anales de las historia con muchos
desaciertos como la Santa inquisición, las Cruzadas, la venta de indulgencias, las
tinieblas de la Edad Media, el descuartizamiento de Hipatia, la hoguera de
Giordano Bruno y el suplicio de Galileo, entre otros.
Desde
luego, es la mano del ser humano manchada con sus vicios la que ha estado
detrás de los atropellos y las injusticias, al dejarse arropar por sus bajas
pasiones desde las cúpulas del Poder, y otros simplemente al ser arrastrados
por la mano de la ignorancia y el fanatismo. Pero ante las caídas hay que
volverse a levantar y retomar firmemente el bastión que marcó el horizonte
inicial, que no es otro que la enseñanza pura y simple del Carpintero de
Galilea, aquel que nos legó una frase inmortal: “Amaos los unos a los otros, como
yo los he amado”.
Cabe
destacar que, en la actualidad, el cristianismo es la religión más extendida de
la humanidad y cuenta con aproximadamente dos mil millones y medio de
seguidores. Si bien se encuentra dividida en varias Iglesias, como la católica
romana, la ortodoxa y las diversas protestantes. Los cristianos creen que Jesús
es el hijo de Dios, así como el Mesías (o Cristo) profetizado en el Antiguo
Testamento, que sufrió, fue crucificado, descendió al infierno y resucitó de
entre los muertos al tercer día para dar vida eterna a quienes crean y confíen
en él, así como la redención de sus pecados.
Por:
Ernesto Marrero Ramírez.