Campana silente
que envuelve mi aurora,
vendaval sombrío
que me cobijó.
Caverna estruendosa
de gratos momentos
de besos fundidos
de viva pasión.
Ansío tenerte
pero ya no puedo,
carroza de fuego
que me incineró.
Y de piedra en piedra
construyo el palacio
que cubrió una sombra
que se devastó.
Porque eras mi vida
hoy muero en silencio,
muero de agonía
y desesperación.
Hembra inmaculada,
bálsamo celeste
que impregnó mi aliento,
que me hipnotizó.
Alma de gitana
que volando errante
viajó con la brisa
que me arrebató:
la luz de mis ojos,
la piel de mi carne,
y el canto del ave
de aquel ruiseñor.
Hoy quiero decirte
viendo un crucifijo,
que siempre te quise.
… ¡Que lo diga Dios!
Autor: Ernesto Marrero
De mi libro: El jardín de la existencia
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