Alonzo y Joseph, eran dos hermanos que estaban en
sillas de ruedas. La razón fue que un día tuvieron un accidente automovilístico,
y tras el destrozo del carro que conducían, tuvieron serias lecciones en la
columna que los llevó a estar en una silla de ruedas por muchos años.
Enterados de la situación de estos hermanos, un grupo
de filántropos, que acostumbraban a realizar servicios de ayuda desinteresada y
de manera secreta a personas de escasos recursos, enviaron un grupo de
enfermeros a buscarlos, así que durmieron a estos hermanos y se los llevaron
para realizarle una operación.
Al día siguiente Alonzo y Joseph despertaron en un hospital
y, para su sorpresa, tenían movilidad en sus piernas, un enfermero vino y los ayudó
a dar sus primeros pasos. Luego, llegó a la habitación una doctora que les
explicó el procedimiento quirúrgico y les dio la buena noticia de que volverían
a caminar con normalidad, con una terapia de dos meses.
En ese momento comenzaron a quejarse de que se los
habían llevado sin su consentimiento, gritaban que nadie los había autorizado a
ellos para que hicieran esa operación. Y que querían ver a los responsables de
este abuso para ponerlos en su lugar.
Asombrada, la doctora trató de hacerles entrar en
razón para que entendieran que lo importante de esto era que estaban sanos y
volverían caminar; pero ellos insistían que no aceptaban la arbitrariedad de habérselos
llevado sin haberles pedido su opinión. Así que exigían que les devolvieran sus
sillas de ruedas para retirarse a su casa.
En efecto hicieron así lo hicieron, se subieron sobre
sus sillas y se negaron a hacer la correspondiente rehabilitación, ya que la
soberbia gobernaba sus corazones y se los comía por dentro. Tanto así, que con
el tiempo perdieron el beneficio de la operación y por consecuencia la
movilidad en las piernas. En otras palabras, habían sufrido otra parálisis en
sus miembros inferiores, pero ahora por culpa del orgullo.
Por Ernesto Marrero Ramírez
No hay comentarios:
Publicar un comentario