Revista Encartas
Por Crizeyda
Silva / Foto: Jesús Salazar
El pensamiento reflexivo, la observación del ser humano y las palabras
profundas han estado siempre presentes en la vida de Ernesto Marrero Ramírez,
un joven filósofo y escritor que comenzó su camino académico en la administración,
sin embargo la psicología y la filosofía le llamaban la atención desde muy
joven ya, pues le causaban gran interés los temas relacionados con la conducta
del hombre y el por qué de las cosas.
Como él mismo lo dice se vio inmerso en un trabajo de autoconocimiento: “estando
en la universidad los compañeros acudían a mí para contarme sus problemas y
solicitarme algún consejo, por lo que muchos me decían que yo debía ser psicólogo,
fui percatándome entonces cada vez más de esta inclinación”.
Este caraqueño cuenta que a los 17 años pasó por una crisis existencial que
más tarde, cuando estudió psicología existencial (logoterapia) en la universidad de Wiener en Lima, pudo comprender
algunas de las razones: “es una especie de vacío que se siente cuando estás
haciendo algo que no te gusta realmente, algo me decía que debía dedicarme a
algo más que el área administrativa”. Comprendí entonces que se trataba de un vacío existencial.
Como resultado de esa búsqueda estudió filosofía práctica,
psicología analítica y existencial, actualmente es miembro de la Sociedad Venezolana
de Filosofía y del Círculo de Escritores de Venezuela. Es investigador, escritor y articulista sobre temas filosóficos, orientales y de
crecimiento personal.
Paralelamente, fue desarrollando una labor como escritor con un estilo
sutil donde abundan las ideas de los niveles de conciencia, la búsqueda
interior como una forma de rescatar los valores, y los más grandes ideales
humanos: “escribir con mensajes profundos, que dejen algo realmente valioso, se
trata de crear un trasfondo para comprender mejor la vida, nuestro paso por el
mundo…” dice.
Rodeado de libros desde niño su mente estuvo estimulada por diferentes
corrientes de pensamiento, ya en la universidad estudia a los clásicos como
Sócrates, quien invitaba a sus escuchas a encontrar las respuestas dentro de sí
mismos, y a contemporáneos como Sartre,
quien decía que el hombre estaba condenado a ser libre ya que continuamente
tenemos que decidir entre alguna cosa u otra.
Comienza a escribir algunas cosas y una vez graduado ganó un concurso de
poesías. Allí surge su primera obra “Cantos de amor y reflexión”, luego vendría
“Una luz en el camino” un libro de frases cortas.
“El pececito que quería ser humano” fue la obra que marcó su lanzamiento
formal como escritor, luego de mucho trabajo y perseverancia, del que editó una
segunda parte. Comenta: “la historia cuenta sobre un pececito que se siente
frustrado por su tamaño y condición, veía a los humanos superiores porque
podían estar dentro y fuera del agua. Un pelícano lo rescata de la peor decisión
que pudo tomar y, de alguna forma, termina aventurándose en el mundo de los hombres.
Allí se da cuenta de que siendo tal cual es su valor es muy grande y que puede
aportar mucho siendo simplemente él mismo”.
Más tarde llega “La leyenda del sabio de la montaña”, ubicándose en los más
vendidos en Venezuela. La poesía, novela, fábula y cuento son los géneros por
lo que Marrero se ha paseado plasmando pensamientos filosóficos uniéndolos con
los recursos de la ficción para lograr obras frescas, dirigidas a todas las edades
y que además dejan una enseñanza a quienes se andan por sus páginas. “Quisiera contarte
algo” y “El jardín de la existencia” son sus obras más recientes, de relatos y
poesías, respectivamente, que llevan al lector por la maravillosa aventura del
autoconocimiento.
“Lo que busco es que la gente despierte mediante una "literatura reflexiva", que
concienticen que un cambio honesto se logra primero dentro de sí y luego se
hace palpable afuera para accionar de acuerdo al mismo. Ningún libro por sí
solo obrará milagros”.
En un sentido más personal Ernesto siente gran satisfacción al poder
desarrollar una labor que contribuya con el bienestar del prójimo: “cuando nos marchamos de este plano nos llevamos lo que dimos no lo que recibimos, es importante
reconocer que somos seres temporales –al menos aquí- entonces hay que
plantearse qué huellas podemos dejar… algo que aportar a los demás…”
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