-Pooo...por qué no terminas de comerme de una vez por todas? -profirió el pececito.
-Comerte...? -Inquirió el pelícano.
-Sí, comerme.
-No, por favor, ¿cómo vas a pensar que voy a comerte? -respondió el ave con una voz tan delicada y penetrante, que el pececito cambió su cara de terror por una de asombro.
-Porque todos los pelícanos comen peces!
El ave sonrió. Luego, elevando sus alas, expresó:
-No veas solamente la forma, porque esta engaña. Busca en el corazón, es ahí donde encontrarás las verdaderas intenciones de los individuos.
-Esteeee... -El pececito quería interrumpir, pero el ave continuó su explicación.
- ¿Acaso el sol, por ser una bola de fuego, tiene la intención de quemar a alguien? ¿Acaso las olas del mar, cuando se baten sobre las rocas, quieren lastimarlas? Nunca podemos catalogar a nadie por su apariencia. Siempre hay que observar más allá.
Extracto del libro: EL PECECITO QUE QUERÍA SER HUMANO
De Ernesto Marrero
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