He caminado veredas de incertidumbre
donde las piedras son puñales.
La vida, maestra de tiempos duros,
me instruye con cada clase, con cada lección.
He sentido el frío viento de la ignorancia,
el furor por las lenguas de hielo
la hipócrita toxina del falso verbo
el aliento mortal de la injusticia
las voces de pólvora del autoritarismo
y la soledad, que juega con la desilusión.
Los golpes que la vida me ha otorgado
son tragos que embriagan mi alma,
símbolos que debo descifrar
en el corto periplo de mi existencia.
Acepto los diluvios que inundan mis sueños
los días de humo, las noches sin luna.
Cada experiencia es un pincelazo en mi lienzo,
colores de dolor, trazos de crecimiento.
Ahora intento ver un regalo en las heridas,
como un sendero que se refleja en mi mente
y me conduce al Sabio de la Montaña,
al ermitaño de aquel recordado libro
que aún se esconde en mi inconsciente.
Aprendo a soltar las macizas cadenas del apego
a transmutar el sufrimiento en porvenir,
como un alquimista de emociones.
Porque en la aceptación mora la paz
y en cada desafío, una nueva cima que escalar